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En el siglo anterior (entre 1953 y 1998) los partidos políticos en Costa Rica era organizaciones vibrantes, conformadas por múltiples grupos de la sociedad, capaces de convocar y movilizar a las urnas a grandes segmentos de la población. A lo largo de la campaña e incluso pocos días antes de las elecciones en esa época, organizaban actividades masivas con sus seguidores y seguidoras.

La demostración de fuerza y poderío electoral consistía en “inundar” de simpatizantes el Paseo Colón, una de las principales avenidas de San José, entre la estatua de León Cortés en La Sabana hasta el hospital San Juan de Dios, los últimos dos domingos antes de las elecciones.

En aquél entonces, uno de los temas de debate era cuál de los partidos logró movilizar a más simpatizantes en sus concentraciones de fuerza, y para ello se usaban mediciones como la cantidad de cuadras que llenaron, la cantidad de banderas que se divisaban en las tomas aéreas o cálculos de la cantidad de personas presentes por cada 100 metros.

Además, como un mecanismo para acercarse a sus bases electorales en los territorios, los partidos políticos organizaban plazas públicas en cada uno de los cantones del país, en las que la persona candidata presidencial se hacía acompañar de la dirigencia local y de las candidaturas a la Asamblea Legislativa y las municipalidades.

De esa etapa electoral de la Costa Rica de la segunda mitad del siglo XX quedan solo los recuerdos, las memorias o las fotografías. En las últimas dos décadas ha tenido lugar un proceso gradual, pero persistente, de profunda transformación de los partidos políticos en el país, caracterizado entre otras cosas por su debilitamiento electoral y político. Un buen indicador de ello es la simpatía partidaria reportada por la ciudadanía. Este indicador cuenta una historia de profundo desencanto con la política y los partidos políticos.  

A inicios de la década de los noventa había una fuerte identificación partidaria: en 1993, un año antes de los comicios, los partidos Liberación Nacional (PLN) y Unidad Social Cristiana (PUSC) de manera agregada atraían a un promedio del 94% de las personas consultadas. Entre 1993 y 2001 solo un 19% de esas personas, en promedio, indicó que no simpatizaba con ningún partido político (con datos de estudios de opinión de Unimer).

Estas cifras empiezan a cambiar a inicios de este siglo, pues entre 2004 y 2010, la ciudadanía que no tenía preferencia por ninguna agrupación aumentó rebasando el 40%. En la segunda década del presente siglo el distanciamiento de los partidos se intensificó: la mayoría de la población dejó de manifestar una fuerte afinidad con alguna organización política. Entre junio de 2012 y agosto de 2021, en promedio, el 61% de la ciudadanía decía no simpatizar con ningún partido (según datos del CIEP).

En el gráfico enseguida se aprecia la tendencia del porcentaje de personas que dicen NO simpatizar con ningún partido, y evidencia el camino a una menor simpatía partidaria en el tiempo.

Gráfico: evolución de las personas que manifiestan no tener simpatía partidaria en Costa Rica 1993-2021

Se mide con base en las simpatías partidarias de la ciudadanía. Se utiliza la base de datos de la Unimer para el período de febrero de 1993 a junio de 2013. A partir de agosto de 2013 se usa información de las encuestas de opinión del Centro de Investigación y Estudios Políticos (CIEP) de la UCR.
Fuente: Alfaro Redondo 2021, con datos de la Unimer y el CIEP de la UCR.

Significa esto que los partidos políticos van camino a desaparecer…, no necesariamente, pues estas agrupaciones siguen siendo la única vía para inscribir candidaturas a los distintos puestos de elección popular y ocupar posiciones políticas. El debilitamiento de los partidos ha provocado que se desvirtúen los propósitos de estas agrupaciones y que hoy día se le use como vehículos “taxi” para viajes de conveniencia. Lo que sí demuestran estos datos es que la forma de hacer política no puede ser la misma que se utilizaba hace veinte años, dado que las bases de respaldo ya no existen y la ciudadanía tiene otras prioridades.

Créditos:

Edición de texto: Susan Rodríguez, Pamela Jiménez y Leonardo Merino.