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En todas las dieciocho contiendas electorales celebradas en Costa Rica entre 1953 y 2018, las garantías de los derechos y libertades políticas durante el proceso electoral, como la aceptación no problemática de los resultados por parte de todos los grupos contendientes, prueban y confirman la plena vigencia de los principios democráticos de la sociedad costarricense. Incluso, en las primeras dos décadas de este siglo, tres elecciones se resolvieron mediante comicios de segunda vuelta (2002, 2014 y 2018). Solo en el último de éstos, el candidato en la segunda posición revirtió el resultado en la primera ronda y ganó la presidencia.

Después de un largo período de una versión clásica de un sistema bipartidista (PLN y la oposición), el panorama político cambió drásticamente a inicios de este siglo. En este período prevalece la fragmentación política y la incertidumbre electoral. En cuanto a los partidos políticos y su apoyo electoral, se ha identificado un patrón de “montaña rusa” combinado con una erosión de los partidos tradicionales en las urnas. En consecuencia, a medida que surgieron nuevos partidos, obtuvieron un éxito relativo al atraer una porción significativa de votos y representantes pocas elecciones más tarde, sin embargo, su apoyo disminuyó drásticamente, convirtiéndose gradualmente en un actor político menos relevante después de todo o incluso desapareciendo de la escena política.

Partidos políticos de todo el espectro ideológico como el Partido Acción Ciudadana (PAC, centro-izquierda), Movimiento Libertario (derecha), Frente Amplio (izquierda) han experimentado esta tendencia de “montaña rusa”. A diferencia de las fuerzas políticas del pasado, las que compiten en contiendas electorales desde 2002 no han desarrollado identidades políticas sólidas y duraderas. Como resultado, los votantes saltan de una opción política a otra sin desarrollar vínculos, o éstos son débiles, con los partidos. En cada elección, el viaje en la montaña rusa comienza de nuevo con nuevos actores políticos o con los que han sobrevivido.

Hoy en día las identidades políticas de la mayoría de votantes costarricenses son transitorias: se forman en torno al voto, pero se desvanecen poco después de las elecciones. Por tanto, el predominio de identidades transitorias y débiles en la campaña electoral de 2018 creó las condiciones ideales para un escenario de alta y prolongada indecisión electoral con tres importantes repercusiones políticas: i) la agregación de múltiples indecisiones individuales generó un panorama de alta incertidumbre a nivel colectivo; ii) la indecisión tuvo un impacto negativo en la participación electoral al desmovilizar a los votantes y iii) la alta indecisión provocó una fuerte volatilidad electoral, como se muestra en el gráfico.         

Gráfico: Volatilidad electoral. 1958-2018

Créditos:

El autor agradece los comentarios y observaciones de Leonardo Merino Trejos